miércoles, 21 de abril de 2010

El conocimiento colectivo

Tomado de http://blogs.publico.es/ciencias/el-juego-de-la-ciencia/920/la-inteligencia-del-hormiguero/

La inteligencia del hormiguero


EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático
La bióloga Deborah Gordon ha popularizado la frase: “Las hormigas no son inteligentes, pero el hormiguero sí”. Una hormiga aislada no puede hacer gran cosa; pero una colonia es capaz de resolver con prontitud y eficacia problemas bastante complicados, como hallar el mejor camino a una fuente de alimentos u organizar la defensa de su territorio ante un súbito ataque; de la colaboración de miles de individuos surge lo que se ha denominado “inteligencia de enjambre”.
Un gran número de elementos simples que interactúan entre sí y con su entorno siguiendo unas reglas muy sencillas pueden mostrar un comportamiento colectivo sorprendentemente complejo. Los insectos sociales son el paradigma de la inteligencia de enjambre (de ahí su nombre); pero la naturaleza nos ofrece otros muchos ejemplos, como los desplazamientos de ciertos rebaños, bandadas de aves o bancos de peces. Por no hablar del propio cerebro, que, en cierto modo, es un enjambre de neuronas.
La idea no es del todo nueva. Hace más de cien años, el dramaturgo y ensayista belga Maurice Maeterlinck escribió un delicioso libro titulado La vida de las abejas, al que seguirían La vida de las termitas y La vida de las hormigas, y a pesar de tratarse de textos más literarios que científicos, encontramos en ellos párrafos tan perspicaces como el siguiente: “El hormiguero debe ser considerado como un individuo único, cuyas células (al contrario que las nuestras) no están aglomeradas, sino disociadas, diseminadas, exteriorizadas, sin dejar de estar sometidas, a pesar de su aparente independencia, a la misma ley central”. Seguramente la doctora Gordon solo estaría en desacuerdo con la última palabra, pues la “ley” del hormiguero no es central: es el resultado autorregulado, pero no planificado, de la estrecha y continua interacción de miles de hormigas. La ley del hormiguero es lo que hoy denominamos una propiedad emergente.
La narrativa también ha anticipado la noción de inteligencia de enjambre. En su memorable novela Ven y enloquece, escrita a mediados del siglo pasado, Fredric Brown cuenta la historia de un periodista que finge creer que es Napoleón para ingresar en un manicomio, con objeto de llevar a cabo una investigación… que lo lleva a descubrir que él es realmente Napoleón y que los seres humanos no son más que peones de una complejísima partida de ajedrez espacio-temporal que tres superinteligencias planetarias –la Roja, la Blanca y la Negra– juegan por pura diversión. ¿Adivinan mis sagaces lectores de qué superinteligencias se trata?

Hacer lo complicado sencillo

Tomado de http://blogs.publico.es/ciencias/general/919/el-susurro-de-la-naturaleza/

El susurro de la naturaleza

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA
* Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla
Todos tenemos una galería de personajes que admiramos más concurrida de lo que creemos si no pensamos detenidamente en ella. Cuando lo hacemos, entre las individualidades más prominentes fluyen en nuestra memoria otras que, lejos de ser secundarias, seguramente nos han influido mucho más que las relevantes. En mi caso, una de estas personalidades es Ernest Rutherford, un físico neozelandés que no sólo descubrió el núcleo atómico sino infinidad de propiedades fundamentales de la materia. A pesar de tener una personalidad arrolladora y hacer trabajar a sus colaboradores hasta la extenuación, nadie lo tachó de déspota y todos lo querían y admiraban sin límites. De hecho, once discípulos suyos recibieron el premio Nobel de Física, en cambio a él le otorgaron el de Química, lo cual siempre le irritó porque consideraba esa ciencia algo menor, a pesar de lo cual lo único que se permitió decir fue que nunca había experimentado un cambio tan brusco como aquél de físico a químico.
Una persona tan admirada por tantas otras tan importantes no sólo de los países donde vivió y trabajó, Nueva Zelanda, Canadá y Reino Unido, sino de todo el mundo, es lógico que acumulara una gran cantidad de frases y anécdotas célebres referidas a ella. Muchas de estas forman parte del acervo cultural científico tan arraigadamente que a veces se atribuyen erróneamente a otros y no a Rutherford. Mis preferidas son dos. La primera la escribió un estudiante suyo de Manchester llamado Alexander Russell: “Rutherford presta atención no a lo que la naturaleza dice sino a lo que susurra; en este sentido, es un artista”. Esto era una consecuencia de su afán por llevar a cabo medidas y experimentos con el equipamiento mínimo y más sencillo buscando el margen de error más estrecho. Para ello, naturalmente, lo primero que hacía Rutherford era identificar, más bien intuir, cuáles eran los secretos más íntimos y significativos de la naturaleza. La segunda, más famosa y normalmente atribuida a otros, es suya: “Si le explicas a un camarero lo que estás investigando y no te entiende, lo tonto no es el camarero, sino lo que estás investigando”.
La ciencia hoy día exige enormes inversiones, instrumentos grandiosos situados en el límite de la tecnología y especializaciones de especificidad estremecedora. Sin embargo, los jóvenes científicos jamás deben perder de vista que su objetivo es aprender algo del mundo, por ínfimo que sea, que nadie salvo él conozca y transmitírselo después a los demás de manera tan clara que si quieren interrogar a la naturaleza ésta les susurre su secreto lo mismo que a él.

Fenología toledana

Hoy 21/04/2010, se abre la primera flor de jara en el patio de Sabatini.
El 18/04/2010 observé los primeros aviones comunes en el Puente de San Martín.
El 13/04/2010 observé en el Campus de la Fábrica de Armas los primeros abejarucos.
El 10/04/2010 observé el primer vencejo en el descampado de las ruinas visigodas.
El 9/04/2010 observé el primer par de abubillas en el Campus.
El 4/03/2010 observé la primera golondrina común en el Campus.

Para más curiosidades:

http://www.avesyclima.org/
http://www.springalive.net/ca-es

martes, 20 de abril de 2010

Dar en el clavo

Tomado de http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2010/04/20/quizas-no-necesitamos-volar-tanto/


Quizás no necesitamos volar tanto


“La actual situación no se puede sostener durante mucho tiempo, ni siquiera algunos días más. Habrá que extraer lecciones de ella.” -Siim Kallas, comisario europeo de Transportes-
             
Ahora que todos quieren extraer lecciones de cara al futuro por lo sucedido con el volcán islandés, hay un hecho central que puede pasar desapercibido: se han suspendido más de 20.000 vuelos durante días y no ha pasado nada, no se ha acabado el mundo.
Dirán ustedes: ¿cómo que no ha pasado nada, con la que se ha liado? Cambios de planes, millones de pasajeros tirados, pérdidas económicas. Vale, todo eso es cierto. Pero la causa no ha sido la imposibilidad de volar, sino lo repentino e inesperado de la misma. Y a cambio hemos sabido improvisar todo tipo de soluciones: transportes alternativos, videoconferencias, citas aplazadas…
Un mal trago para muchos, por supuesto. Pero insisto: el problema para la mayoría no ha sido no poder volar, sino que no contaban con ello. Si hubieran sabido que no habría vuelos, ¿cuántos habrían necesitado seguir con sus planes a toda costa? O dicho de otra forma: ¿son imprescindibles 28.000 vuelos diarios en Europa?
Está muy bien ser un ejecutivo que desayuna en Barcelona, come en Berlín y cena en París; es un placer ir de compras a Londres, conocer mundo cada mes con el low-cost, y tener fútbol de calidad varias veces por semana. Pero esa facilidad con que tomamos el avión como quien sube al autobús nos hace olvidar lo insostenible de esos 28.000 vuelos, el alto coste económico, energético y ambiental.
No digo que haya que cerrar los cielos para siempre, qué tontería. Pero entre eso y la actual saturación aérea podría haber un escenario intermedio, donde siguiéramos volando pero menos. Mucho menos. Fíjense por ejemplo en esos ministros europeos reunidos por videoconferencia. Considerando que los ministros no viajan solos, ¿cuánto nos hemos ahorrado en billetes y hoteles? No siempre será viable una videoconferencia, pero muchas veces sí.
Eso es lo que el volcán nos enseña, si queremos atender: que el actual modelo no es obligatorio, ni es inevitable crecer más y más. Y que si hemos podido prescindir unos días del 80% de vuelos habituales, quizás es que no necesitamos volar tanto.