jueves, 25 de noviembre de 2010

Festival de órgano de Toledo

Hola.
Sólo unas líneas para el festival de órgano de Toledo de este año, y en concreto un hecho que me ha llamado la atención.
He asistido a todos los conciertos menos a uno, y tampoco asistí a la misa de difuntos, donde se interpretó el Réquiem de Salieri.
Del resto destacaría el último día, donde el anfitrión del festival (Juan José Montero), nos deleitó con obras del toledano Diego Ortiz, del que se celebra el 5 centenario de su nacimiento, y de sus coetáneos. Para esta interpretación se hizo acompañar de los seises de la catedral, así como del grupo local Ensemble Hemiolias.
A parte de la buena interpretación, me llamó la atención el repertorio, que tuvo que buscar las partituras allende de los mares, ya que muchas de las piezas estaban en los archivos de California, ya que los de aquí se destruyeron en los distintos archivos en la segunda guerra mundial (todo esto explicado con profusión por el intérprete, junto a otras pequeñas notas explicativas). La verdad es que se nota su labor docente, porque las explicaciones fueron muy didácticas y entretenidas.
Si este concierto lo comparo con el que asistí el día 13 de noviembre en Cuenca, en concreto en la catedral, con obras de órgano y percusión de sudamérica, interpretadas por Cristina García Banegas , la verdad es que el alma se te cae a los pies. En Cuenca había unas 30 personas, y aunque las obras son igual de interesantes o más, la verdad es que el aforo fue muy escaso, a pesar de lo famoso de su festival de música religiosa. Una pena.
Sin embargo en Toledo, no cabía un alfiler en la iglesia de Santo Tomé, se notaba el tirón de las familias de los intérpretes, sobre todo de los seises.

Bueno, pues no incordio más.

Por cierto otros intérpretes que no deben perderse son el grupo Voces8, que interpretan a capela diversas obras, de forma muy amena. Están de gira por España.

miércoles, 27 de octubre de 2010

VIII Jornadas de puertas abiertas de Patrimonio desconocido de Toledo

Programa:



Ya está aquí el cineclub municipal de la temporada invernal 2010

Pues aquí os dejo la programación del cineclub municipal de Toledo, que casi 30 años no es nada.

Fiestas y tradiciones

Dentro del tipismo que nos podemos encontrar en las fiestas locales, voy a citar algunas cosas que me llaman la atención, en al menos uno de los pueblos que frecuento en sus celebraciones.

Quizás debería de empezar por la deducción de porqué se celebran las fiestas justo en fechas sin celebración santoral, es decir, que no son las del patrón. Lo que yo creo, es que son porque en un ámbito rural y agrícola, en estas fechas son los momentos de menor actividad, si exceptuamos cultivos de ciertos frutales, pero que en la extensión manchega son excepción, rodeados de viñas, cereales y olivo.

Seguiré mi comentario por la comida, por ejemplo.

Puestos típicos de la feria son los de venta de turrón. Si, habéis leído bien, turrón en pleno mes de agosto. Según parece es una tradición que viene de lejos y en la que en los meses de agosto, los turroneros hacen la ruta de los pueblos manchegos en fiestas, para vender este manjar que estamos acostumbrados a consumir en navidades. Y no es porque en pleno verano los compradores se dediquen a comer turrón, qué va; sino porque es el momento en el que se almacena hasta la fecha indicada. Yo deduzco que en época pretérita, y debido a las labores agrícolas (que es justo ahora en agosto cuando están más relajadas), y que en las fechas navideñas por la zona no hay fiestas que lleven a feriantes a los pueblos, pues es sólo ahora cuando se podía hacer acopio de semejante manjar. Por otro lado, la seguridad alimenticia me da que pensar, ya que las condiciones de almacenaje, justo en esta época canicular, dejan mucho que desear, y sobre todo, si uno se fija en que una vez que se produce el producto (suele ser a partir de septiembre, ya que es cuando empieza a haber almendras -aunque ahora con la globalización pueden venir de otros sitios-) la fecha de caducidad es de 1 año justito.

Otro manjar que está disponible en la feria son las berenjenas de Almagro. Ese plato tan típico manchego, que se presenta en distintas tinajas para su venta, para parecer que es más artesanal, pero que en verdad, se van rellenando de las latas de consumo industrial. Es típico por esta zona hacer este encurtido de forma casera, proveyéndose las amas de casa primero de las berenjenas especiales (por el tamaño que tienen) y luego en la elaboración y envasado típico “al baño María” (como otros productos locales como el pisto o el tomate, pero éstos ya no se venden en los puestos).

Después de la comida pasaré a hablar del tema de la seguridad de determinados actos festivos. Al menos, en Villacañas, que es donde yo suelo acudir a ver sus fiestas, los actos se hacen en lo que denominan el Glorieta, un pasillo que finaliza en el escenario donde se realizan las actuaciones. A la derecha del pasillo nos encontramos con la valla que asegura el que nadie venga atravesando las vías, de unos trenes que suelen pasar a una considerable velocidad. A la izquierda del pasillo, nos encontramos con edificaciones variadas, pero en un continuo, lo cual da un pasillo de unos 100 metros con sólo dos escapes, y siempre hacia el norte. Además tenemos el condicionante de tener al lado del escenario un parking que suele estar abarrotado de coches, y además suele haber coches mal aparcados; junto con 3 terrazas, con sus respectivas mesas y sillas que obstaculizan un escape, y en el otro extremo, hay un cuello de botella de unos escasos 10 metros, con obstáculos también a la salida (puestos y vehículos). En determinados momentos de la fiesta, en este pasillo se pueden concentrar más de 3000 personas (tirando por lo bajo); si nos ponemos en lo peor de una desgracia, no se si se ha llegado a plantear las medidas de seguridad oportunas.

Como colofón a las curiosidades observadas, los puestos de ropa, bolsos y relojes de imitación. La verdad es que llama la atención que un ayuntamiento autorice la venta de productos que se sabe que son fraudulentos, ya que son puestos legales, que han pagado su canon de puesto de feria, e incluso se venden CD's de música y películas del tan conocido “top manta”. Más llama la atención los puestos de juguetes, que no se sabe si cumplen las normas de seguridad de la comunidad europea, pero apostaría a que no, visto lo anterior. Pero lo cierto es que si se quitan estos puestos, la feria quedaría bastante pelada de comerciantes, y el ayuntamiento necesita los dineros que genera el canon de apertura de puesto, y además parece que aquí se paga por todos y cada uno de los días de feria; no valen tiempos menores. Es muy penoso que por un dinero fácil, el ayuntamiento deje de cumplir sus obligaciones de salvaguardar lo que en condiciones normales prohibiría. Pero que conste que ésta anécdota no sólo es en este pueblo, es en todos los que están en fiestas o que tienen mucho turismo, de hecho recientemente se habla de un pueblo costero que va a crear un mercadillo de “top manta” fuera de la zona comercial, para tenerlos controlados.

Pues nada más en el anecdotario de este verano en su primera quincena.

miércoles, 21 de abril de 2010

El conocimiento colectivo

Tomado de http://blogs.publico.es/ciencias/el-juego-de-la-ciencia/920/la-inteligencia-del-hormiguero/

La inteligencia del hormiguero


EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático
La bióloga Deborah Gordon ha popularizado la frase: “Las hormigas no son inteligentes, pero el hormiguero sí”. Una hormiga aislada no puede hacer gran cosa; pero una colonia es capaz de resolver con prontitud y eficacia problemas bastante complicados, como hallar el mejor camino a una fuente de alimentos u organizar la defensa de su territorio ante un súbito ataque; de la colaboración de miles de individuos surge lo que se ha denominado “inteligencia de enjambre”.
Un gran número de elementos simples que interactúan entre sí y con su entorno siguiendo unas reglas muy sencillas pueden mostrar un comportamiento colectivo sorprendentemente complejo. Los insectos sociales son el paradigma de la inteligencia de enjambre (de ahí su nombre); pero la naturaleza nos ofrece otros muchos ejemplos, como los desplazamientos de ciertos rebaños, bandadas de aves o bancos de peces. Por no hablar del propio cerebro, que, en cierto modo, es un enjambre de neuronas.
La idea no es del todo nueva. Hace más de cien años, el dramaturgo y ensayista belga Maurice Maeterlinck escribió un delicioso libro titulado La vida de las abejas, al que seguirían La vida de las termitas y La vida de las hormigas, y a pesar de tratarse de textos más literarios que científicos, encontramos en ellos párrafos tan perspicaces como el siguiente: “El hormiguero debe ser considerado como un individuo único, cuyas células (al contrario que las nuestras) no están aglomeradas, sino disociadas, diseminadas, exteriorizadas, sin dejar de estar sometidas, a pesar de su aparente independencia, a la misma ley central”. Seguramente la doctora Gordon solo estaría en desacuerdo con la última palabra, pues la “ley” del hormiguero no es central: es el resultado autorregulado, pero no planificado, de la estrecha y continua interacción de miles de hormigas. La ley del hormiguero es lo que hoy denominamos una propiedad emergente.
La narrativa también ha anticipado la noción de inteligencia de enjambre. En su memorable novela Ven y enloquece, escrita a mediados del siglo pasado, Fredric Brown cuenta la historia de un periodista que finge creer que es Napoleón para ingresar en un manicomio, con objeto de llevar a cabo una investigación… que lo lleva a descubrir que él es realmente Napoleón y que los seres humanos no son más que peones de una complejísima partida de ajedrez espacio-temporal que tres superinteligencias planetarias –la Roja, la Blanca y la Negra– juegan por pura diversión. ¿Adivinan mis sagaces lectores de qué superinteligencias se trata?

Hacer lo complicado sencillo

Tomado de http://blogs.publico.es/ciencias/general/919/el-susurro-de-la-naturaleza/

El susurro de la naturaleza

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA
* Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla
Todos tenemos una galería de personajes que admiramos más concurrida de lo que creemos si no pensamos detenidamente en ella. Cuando lo hacemos, entre las individualidades más prominentes fluyen en nuestra memoria otras que, lejos de ser secundarias, seguramente nos han influido mucho más que las relevantes. En mi caso, una de estas personalidades es Ernest Rutherford, un físico neozelandés que no sólo descubrió el núcleo atómico sino infinidad de propiedades fundamentales de la materia. A pesar de tener una personalidad arrolladora y hacer trabajar a sus colaboradores hasta la extenuación, nadie lo tachó de déspota y todos lo querían y admiraban sin límites. De hecho, once discípulos suyos recibieron el premio Nobel de Física, en cambio a él le otorgaron el de Química, lo cual siempre le irritó porque consideraba esa ciencia algo menor, a pesar de lo cual lo único que se permitió decir fue que nunca había experimentado un cambio tan brusco como aquél de físico a químico.
Una persona tan admirada por tantas otras tan importantes no sólo de los países donde vivió y trabajó, Nueva Zelanda, Canadá y Reino Unido, sino de todo el mundo, es lógico que acumulara una gran cantidad de frases y anécdotas célebres referidas a ella. Muchas de estas forman parte del acervo cultural científico tan arraigadamente que a veces se atribuyen erróneamente a otros y no a Rutherford. Mis preferidas son dos. La primera la escribió un estudiante suyo de Manchester llamado Alexander Russell: “Rutherford presta atención no a lo que la naturaleza dice sino a lo que susurra; en este sentido, es un artista”. Esto era una consecuencia de su afán por llevar a cabo medidas y experimentos con el equipamiento mínimo y más sencillo buscando el margen de error más estrecho. Para ello, naturalmente, lo primero que hacía Rutherford era identificar, más bien intuir, cuáles eran los secretos más íntimos y significativos de la naturaleza. La segunda, más famosa y normalmente atribuida a otros, es suya: “Si le explicas a un camarero lo que estás investigando y no te entiende, lo tonto no es el camarero, sino lo que estás investigando”.
La ciencia hoy día exige enormes inversiones, instrumentos grandiosos situados en el límite de la tecnología y especializaciones de especificidad estremecedora. Sin embargo, los jóvenes científicos jamás deben perder de vista que su objetivo es aprender algo del mundo, por ínfimo que sea, que nadie salvo él conozca y transmitírselo después a los demás de manera tan clara que si quieren interrogar a la naturaleza ésta les susurre su secreto lo mismo que a él.

Fenología toledana

Hoy 21/04/2010, se abre la primera flor de jara en el patio de Sabatini.
El 18/04/2010 observé los primeros aviones comunes en el Puente de San Martín.
El 13/04/2010 observé en el Campus de la Fábrica de Armas los primeros abejarucos.
El 10/04/2010 observé el primer vencejo en el descampado de las ruinas visigodas.
El 9/04/2010 observé el primer par de abubillas en el Campus.
El 4/03/2010 observé la primera golondrina común en el Campus.

Para más curiosidades:

http://www.avesyclima.org/
http://www.springalive.net/ca-es

martes, 20 de abril de 2010

Dar en el clavo

Tomado de http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2010/04/20/quizas-no-necesitamos-volar-tanto/


Quizás no necesitamos volar tanto


“La actual situación no se puede sostener durante mucho tiempo, ni siquiera algunos días más. Habrá que extraer lecciones de ella.” -Siim Kallas, comisario europeo de Transportes-
             
Ahora que todos quieren extraer lecciones de cara al futuro por lo sucedido con el volcán islandés, hay un hecho central que puede pasar desapercibido: se han suspendido más de 20.000 vuelos durante días y no ha pasado nada, no se ha acabado el mundo.
Dirán ustedes: ¿cómo que no ha pasado nada, con la que se ha liado? Cambios de planes, millones de pasajeros tirados, pérdidas económicas. Vale, todo eso es cierto. Pero la causa no ha sido la imposibilidad de volar, sino lo repentino e inesperado de la misma. Y a cambio hemos sabido improvisar todo tipo de soluciones: transportes alternativos, videoconferencias, citas aplazadas…
Un mal trago para muchos, por supuesto. Pero insisto: el problema para la mayoría no ha sido no poder volar, sino que no contaban con ello. Si hubieran sabido que no habría vuelos, ¿cuántos habrían necesitado seguir con sus planes a toda costa? O dicho de otra forma: ¿son imprescindibles 28.000 vuelos diarios en Europa?
Está muy bien ser un ejecutivo que desayuna en Barcelona, come en Berlín y cena en París; es un placer ir de compras a Londres, conocer mundo cada mes con el low-cost, y tener fútbol de calidad varias veces por semana. Pero esa facilidad con que tomamos el avión como quien sube al autobús nos hace olvidar lo insostenible de esos 28.000 vuelos, el alto coste económico, energético y ambiental.
No digo que haya que cerrar los cielos para siempre, qué tontería. Pero entre eso y la actual saturación aérea podría haber un escenario intermedio, donde siguiéramos volando pero menos. Mucho menos. Fíjense por ejemplo en esos ministros europeos reunidos por videoconferencia. Considerando que los ministros no viajan solos, ¿cuánto nos hemos ahorrado en billetes y hoteles? No siempre será viable una videoconferencia, pero muchas veces sí.
Eso es lo que el volcán nos enseña, si queremos atender: que el actual modelo no es obligatorio, ni es inevitable crecer más y más. Y que si hemos podido prescindir unos días del 80% de vuelos habituales, quizás es que no necesitamos volar tanto.